jueves, 29 de mayo de 2014

Ya no valen las excusas


Francisco González de Tena, doctor en Sociología y actual presidente de la Federación Coordinadora X 24 (de asociaciones de Víctimas por el Robo de Niños en España)


Tras la primera oleada de análisis poselectorales de las Elecciones del 25 de mayo, puede ser de interés echar una ojeada a las verdaderas posibilidades en el inmediato Parlamento Europeo, siempre respetando criterios más acertados como es lógico.

Parece que las miradas se dirigen a los grupos políticos nuevos, tanto desde lo que tradicionalmente se considera como ultras (en los límites del arco parlamentario) como directamente contrarios a la estructura misma de la UE. No es ese el ámbito de reflexión que persiguen estas líneas.  Los verdaderos núcleos de poder que van a llevar el peso de las iniciativas parlamentarias y las estrategias legislativas pivotan, de forma inevitable, sobre dos únicas coaliciones, si bien con frágiles conexiones internas al obedecer a contextos originarios y nacionales muy diversos y con intereses a veces incluso contrapuestos. Salvando esos hilos internos, para simplificar lo que sin duda requeriría un análisis más afinado, podemos identificar a esas dos fuerzas como PPE (Partido Popular Europeo) con 275 escaños y APS (Alianza Socialistas-Progresistas, es decir los Socialdemócratas Europeos) con 195 escaños. Al margen de estas dos grandes formaciones se situaría ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas) con 85 escaños. 

Esto, además de dibujar un panorama parlamentario complicado al existir no menos de otros cinco grupos ideológicos diferenciados (aunque complejos en su propia composición interna), nos pone sobre la pista de una exigencia de clarificación que nos atañe por las consecuencias que el resultado electoral ha traído para el PSOE. Y es que ya es inaplazable que en ese foro europeo se decante claramente de qué lado se va a situar la acción política de los socialdemócratas españoles y, por extensión inevitable, los europeos en general. La socialdemocracia nació como una forma de cortafuegos ante el auge de las demandas de una radical transformación social, gestionando las propuestas sociales que no pusieran en peligro al capitalismo pero, al mismo tiempo, procurando avances sociales asumibles para las economías de mercado y sin que esto supusiese una desestabilización de las mismas. 

Tras la destrucción de los controles financieros y la voladura de las conquistas sociales, respectivamente ejecutadas por Reagan y Thatcher, la mesa ultraliberal estaba servida para la voracidad insaciable de los especuladores. La desastrosa situación actual es una verdadera herencia de hierro de estas políticas. Una mirada objetiva a las recientes “recetas” que han vuelto a poner sobre una mesa arrasada los enviados del Banco Mundial a España, nos evidencia esto entre una tempestad incontrolada de agresiones a la estructura social de los países tomados como rehenes de particular contra revolución de las finanzas depredadoras. 

Este brutal desmantelamiento de las conquistas sociales, con mayor énfasis en Europa, ha contado con la actitud política de comparsas acobardados de los socialdemócratas, que no han sabido ni querido (por un conservadurismo impropio) poner coto a tanto desmán de latrocinio incontrolado. De todos estos polvos acumulados son los lodos que hoy ahogan a los socialistas españoles, especialmente aunque no sólo. Y ante esto ¿qué puede demandar en justicia la ciudadanía española de estos representantes en el Parlamento Europeo?.

La tarea, inaplazable y vital, que se le presenta al nuevo Parlamento de la UE es de tal magnitud que se antoja casi imposible, a la vista de la falta de eficacia acreditada que Europa ha demostrado en los últimos tiempos. Temas como la unificación fiscal, el papel de legítima intervención sobre la economía real y la adecuación monetaria del BCE (hasta ahora prácticamente inédito), la puesta en marcha, de una vez, de una política exterior coordinada de Europa, la apuesta decidida por energías renovables (que garanticen millones de puestos de trabajo ecológicos, y de alta rentabilidad para garantizar la autonomía energética y la paliación del ya irreversible cambio climático) unida a un verdadero programa de ayudas a la investigación en campo tan rentable, serían áreas para una acción política que demostrase a los electores de qué lado están los socialistas electos en Europa. Es evidente que, aunque estos y otros muchos aspectos hayan figurado en la letra pequeña de los programas electorales de los partidos con mayor tirón popular, nada de estas imperiosas demandas sociales serán posibles, y ni siquiera ser planteadas, sin una actitud políticamente inequívoca de la socialdemocracia. El tan manido como deseado frente social amplio para regenerar la labor insustituible de la Política, como ámbito y ejercicio, tendrá su escaparate en lo que al respecto hagan (o impidan, aliándose una vez más con el ala conservadora o plegándose a los lobby) los socialista europeos en el Parlamento, y en especial por su lamentable situación los españoles. Si todo se reduce, otra vez, a permitir que los ilegítimos mercados sigan haciendo de las suyas, el PSOE pasará a la Historia de la Política como un intento fallido de darle voz a una sociedad a la que una vez dijo representar.

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