Luis García Montero, nuestro compañero poeta y Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada.
Articulo publicado el 1 de mayo de 2014 en publico.es:
http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/1027/un-dos-de-mayo/
Las guerras sacan lo peor de los seres humanos, suponen una
radicalización de los bajos instintos que merodean bajo la normalidad.
Parece que las campañas electorales sólo sirven ya para extremar los
defectos de la política en su mentira y su mezquindad cotidiana.
Estamos en la precampaña de las elecciones europeas. Sólo hemos
vivido unas pocas declaraciones y unos pocos enfrentamientos de los dos
partidos mayoritarios. Y ya sentimos un infinito cansancio. Ese es el
síntoma: el infinito, insoportable cansancio que provoca la política
oficial en España y en Europa.
El PP y el PSOE crispan la campaña electoral con enfrentamientos muy
subidos de tono en los parlamentos de España y Andalucía. Deben saber
por qué lo hacen. La agresividad convoca a sus fieles. Llaman a votar a
sus seguidores en nombre del rencor que sienten contra el adversario, ya
que no pueden ofrecer una ilusión propia.
Pero hay algo más: esa crispación extiende entre muchos ciudadanos el
desprecio, el cansancio ante el griterío inútil de la política. La
crispación innecesaria es una forma de recordar que la política es
espectáculo, que no sirve ya para solucionar nuestros problemas.
Favorece la abstención de los que no se contentan con las peleas
teatrales entre el PP y el PSOE.
Se pelean por la herencia de Zapatero, por los sobresueldos, por la
corrupción, por el aborto… Pueden ser asuntos importantes, pero
convertir en griterío cuestiones de política española sólo sirve para
ocultar el debate sobre Europa. No quieren, no pueden decir la verdad:
la construcción de esta Europa ha sido una gran estafa. Y los ciudadanos
maltratados se merecen que todos digamos la verdad: esta Europa es una
estafa.
La cuestión nacional es importante, pero situada en otro sentido.
¿Cómo defendemos la dignidad de los ciudadanos españoles ante la
humillación económica sufrida por intereses extranjeros?.
Los ciudadanos tienen derecho a oírlo. Todos debemos decirlo:
políticos, sindicalistas, intelectuales, economistas. Y quien sea
responsable debe pedir también perdón. Pedir perdón porque el proceso de
construcción europea ha sido un experimento político dirigido para
acabar con los derechos sociales y empobrecer a la población en favor de
las élites económicas.
Pedir perdón porque la Unión no sirve para defender los derechos
humanos en el mundo, no sirve para borrar fronteras interiores, no sirve
para que los ciudadanos europeos dejen de ser maltratados como
extranjeros en Europa según su raza, su desempleo o su poder
adquisitivo.
Pedir perdón porque es inadmisible que en una democracia no sirva
para nada lo que votan los ciudadanos. En Europa no decide el
Parlamento, sino las instituciones no votadas. El Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea imponen
sus decisiones a los Estados. La dichosa Troika, tres personas distintas
y un solo Dios: el dinero. La especulación ha empobrecido la vida de
los trabajadores para acumular la riqueza de los que se dedican a mover
sus capitales sobre la deuda forzada de los Estados.
Este juego lo pagan sobre todo los países del Sur. Los españoles, los
portugueses, los griegos, los italianos y, ahora, los franceses, no
somos vagos, no vivimos por encima de nuestras posibilidades. Somos las
víctimas de una política colonial impuesta por el Banco Central en
nombre de la banca alemana.
Dejemos de mentir. O se cambian las cosas o no merece la pena seguir.
A los países del Sur no les merece la pena mantener la avaricia
colonial del capitalismo alemán. O se aceptan las reformas necesarias e
inmediatas que hacen falta para democratizar la economía europea o es
mejor salirse de la moneda única y de la Unión Europea. Habrá que
empezar de nuevo.
De esto es de lo que hay que discutir. Lo demás es engañar a los
ciudadanos y mantener una Europa concebida como una estafa cívica.
La identidad cívica nacional es prioritaria, pero en relación con
Europa. Este 1 de mayo debe tener mucho de 2 de mayo: una defensa
orgullosa de los intereses cívicos de España frente a la economía
especulativa de la Troika. Salir a la calle para defendernos de una
injusticia extranjera y para luchar por una justicia nacional. Sin
identidad solidaria es imposible una política social. Busquemos la
identidad que permita la defensa de los trabajadores. Es la mejor forma
de evitar un resurgimiento de las identidades de extrema derecha.
Del dos de mayo no salió en realidad el patriotismo clerical y
absolutista de Fernando VII. Salieron las Cortes de Cádiz, la
Constitución, la conciencia del pueblo, sus derechos como fundamento
cívico de una comunidad. Eso salió. Por desgracia las élites españolas
quisieron conservar sus privilegios y le abrieron las puertas a los Cien
Mil Hijos de San Luis, un ejército europeo de depredadores.
Ahora parece bastar con un ejército de 3: la Troika. ¿Basta para
siempre, por siempre? Empecemos por no mentir. Esta Europa es una
estafa.
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