sábado, 12 de julio de 2014

Morir en Gaza

Teresa Aranguren, nuestra compañera periodista y escritora, especializada en Próximo Oriente

 Articulo publicado en: 

http://www.lamarea.com/2014/07/12/morir-en-gaza/

Ya ha ocurrido antes. Todo se repite. Israel bombardea Gaza. ¿Y qué? Todo pasa sin que pase nada. Una y otra vez. A esta matanza le precedió otra, le llamaron Pilar Defensivo ,noviembre de 2012, 150 muertos, y antes fue , Plomo fundido , diciembre 2008-enero 2009 , 1400 muertos , y Lluvias de verano en el verano de 2006 , 450 muertos, y Dias de Penitencia en septiembre de 2004, y Cinturón Defensivo en abril de 2002, en Cisjordania, 545 muertos… Una y otra vez.

Entremedias, el goteo habitual de muertos palestinos que difícilmente llega a ocupar un breve en la prensa occidental, las razias del ejército israelí irrumpiendo por la noche en las casas, llevándose a los hombres y a veces también a los niños porque a los 12 años ya se puede lanzar una piedra contra un tanque, la impunidad de los colonos que queman labranzas y olivares y las excavadoras del ejército demoliendo la vivienda del vecino o la tuya o las dos, y la indiferencia de los soldados del check-point mientras una larga cola de mujeres y hombres, ancianos y niños espera que les dejen pasar…Entremedias, la atroz cotidianidad de la ocupación.

Conviene recordarlo. Porque el relato que señala los cohetes de Hamás como desencadenante de esta escalada de violencia es falso. Está elaborado para ocultar la realidad. No es el relato de los hechos. Es el relato israelí de los hechos. Y siendo la versión israelí, es también la estadounidense, y siendo la versión estadounidense, es también, para nuestra vergüenza, la de la diplomacia europea. Y la de los grandes medios estadounidenses y europeos.

Pero el punto cero de la escalada de violencia que desemboca en esta matanza contra la población de Gaza, no está en los cohetes lanzados desde la Franja , ni en el asesinato de tres jóvenes israelíes en Cisjordania, ni en el del adolescente palestino que vino después, tampoco en el impacto de las imágenes recogidas días antes por la cámara exterior de una tienda de Ramalla en las que vimos caer, alcanzados por disparos de un francotirador del ejército israelí, a dos chavales que paseaban tranquilamente por la calle. En realidad el desencadenante, o más exactamente, la razón de esta última demostración de barbarie, no es un acto de violencia, sino lo contrario, un acto de paz, un compromiso de reconciliación. Entre palestinos. El acuerdo entre Fatah y Hamas que ha conducido a un gobierno de unidad nacional y al anuncio de elecciones presidenciales en el plazo de unos seis meses. Ese es el desencadenante de esta escalada. Y su objetivo.

La airada reacción del Primer Ministro israelí a las pocas horas de conocerse el acuerdo fue tan desmesurada como previsible. A Benjamin Netaniahu se le da bien sobreactuar, sabe que tiene un público propicio. De modo que el acuerdo con Hamás tenía que presentarse como el nuevo e insalvable obstáculo para la paz, como antes lo fue la división entre el gobierno de Gaza y el de Cisjordania y antes Yasser Arafat cercado en la Mukata y antes aún la OLP y así hasta llegar a Golda Meir y su famosa frase: “¿ Palestinos? Los palestinos no existen”.

El caso es que los palestinos que, mal que le pesara a Golda Meir, existían antes de que existiese Israel y además tienen la terca manía de seguir existiendo, parece que, pese a todas las dificultades y suspicacias, estaban en vías de recomponer la perdida unidad, su más preciada arma de pueblo resistente. Esta vez el afianzamiento del gobierno de unidad nacional, incluido un cambio en la postura europea hacia Hamas, parecía posible. Y eso no es algo que el gobierno israelí esté dispuesto a tolerar. Hamás nunca ha sido la causa ni el objetivo. El objetivo es el acuerdo de unidad nacional. Para acabar con este acuerdo, están bombardeando Gaza.

domingo, 15 de junio de 2014

Un contrato social para el siglo XXI


Francisco González de Tena, doctor en Sociología y actual presidente de la Federación Coordinadora X 24 (de asociaciones de Víctimas por el Robo de Niños en España)


El principio que sustenta la Democracia de que la Soberanía reside en el Pueblo, sujeto originario de todo Poder, quien la delega  su gestión en Representantes Políticos, legitimados mediante el Sufragio Universal, principio que ha sufrido tal deterioro práctico que corre el peligro de ser un decorado de cartón piedra para ocultar una realidad que ya hace tiempo cambió a sus actores. Las nuevas generaciones claman, sin apelar a tanto formalismo de Teoría Política, por participar de forma efectiva en los procesos electorales y sobre todo en las consecuencias prácticas para nuestras vidas. Pero las recientes elecciones al Parlamento Europeo son una prueba evidente que la parte más importante de aquella máxima no se cumple, al memos en la dimensión que se le debería suponer. Con otras consideraciones de mayor calado, que
serán el objeto de estas líneas, gravita el hecho paradójico de que, bajo la creencia electoral de que se han votado representantes populares en el ámbito europeo para una Cámara teóricamente legislativa, en realidad el Parlamento sólo sirve de caja de resonancia formal para refrendar, matizar o rechazar lo que propone el Consejo de Europa en las materias que nos condicionarán legalmente. Es el Consejo, reflejo de la voluntad legislativa de los Estados miembros, quien elabora y promueve las auténticas iniciativas legislativas, que además obedecen lógicamente a los intereses retardados de los Gobiernos nacionales. ¿Sirven entonces para marcar la agenda legislativa las propuestas electorales recogidas en los respectivos programas electorales? Sólo en la medida de que los políticos que detentan el poder de los Gobiernos nacionales sean más o menos sensibles a esos programas electorales europeos.

La pregunta a la que trata de responder esta reflexión es, ¿tenemos fórmulas para articular una auténtica participación ciudadana que haga efectiva la máxima arriba expresada, en todas las instancias que están llamadas a condicionar la realidad política? Esa fórmula deberá contar, como elemento fundamental y condicionante, que en la cúspide de ese Poder Legislativo se posaron hace muchos años unas aves de rapiña a quienes nadie había convocado: los detentadores del Poder Financiero, que mudó sus estrategias desde la Economía Real (la que crea puestos de trabajo y riqueza material) a un campo inmaterial y prácticamente incontrolable como son los tremendos flujos financieros especulativos.   

Para comenzar con lo que debiera ser el marco condicionante de todo ese edificio del Poder efectivo, Legislativo y Ejecutivo, tendremos que acudir a una fórmula que abrió la puerta a la Modernidad: el Contrato Social. Los principios filosóficos que idearon ese Gran Pacto para hacer realidad la máxima inicialmente señalada fueron los mismos que estuvieron en la base de la Revolución y, más tarde para darle savia a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Conviene pues tenerlos presentes si queremos remozar para este siglo lo que constituye la base civilizatoria de convivencia social. 

El cimiento de todo ese edificio de la convivencia política reside en una relación consensuada entre la ciudadanía, como depositaria original de la Soberanía Popular en los depositarios temporales de ese Poder de ejercicio, los Representantes legítimos como Parlamentarios. A la vista de la degradación actual de esa delegación parlamentaria, el primer punto que ha de tratarse de poner con claridad encima de la mesa, en ese deseable y renovado Contrato Social es sin duda el alcance, calidad, ejercicio y acreditación de esa delegación de Poder. Y este diseño consensuado de los mecanismos de delegación periódica y control de esa representación parlamentaria es lo que la actual ciudadanía está exigiendo con su voto de protesta (en blanco o nulo), el desistimiento en el ejercicio de sus derecho de sufragio (abstención) o la deriva hacia opciones políticas que se pueden calificar de oportunistas, populistas, políticamente sin viabilidad o de simbolismo dudoso por corresponderse con propuestas carentes de sentido (“silla vacía” ó X), si tenemos en cuenta el principio indicado.

Para que los ciudadanos puedan ser conscientes del ejercicio responsable de su empoderamiento político deben ver reflejado en un programa común, transversal, transparente y que recoja con nitidez sus carencias, objetivos y la defensa de sus derechos, tienen que tener garantías ciertas de que ese Programa Cívico Común será el referente de todas las opciones políticas que merezcan esa delegación de Soberanía. Para que esa delegación de Gestión Política tenga el rango de Contrato Cívico debe tener, irremediablemente dos características fundamentales: la transparencia en su ejercicio y la rendición periódica fehaciente de esa gestión éticamente intachable. Al tener calidad de Contrato Público la contrapartida esencial es sin duda el derecho regulado del Principio Revocatorio, única garantía que tienen los ciudadanos electores de revocar su mandato cuando tengan evidencias de un mal uso de esa Delegación Apoderada. 


No es ésta, aunque lo parezca, una propuesta ni revolucionaria ni utópica, ya que tiene en sus mimbres la savia de un pensamiento político con tres siglos de antigüedad y que, a su vez, bebió en las fuentes originarias de la Democracia Participativa. La gran diferencia es que los atenienses nunca pudieron ni soñar con disponer de herramientas como las conexiones hoy existentes y la potencia de redes ciudadanas para las que la distancia no es un problema insalvable. Dejar nuevamente en manos de “expertos” el diseño de algo tan vital como los mecanismos por los que nos vamos a regir y los acuerdos para hacerlos efectivos, sería nuevamente suicida. El espacio que no ocupen los ciudadanos, que sostienen al Estado, sin duda lo ocupará la Mano Invisible del Capital Especulativo sin Barreras. Ponerle controles racionales a esa apisonadora internacional es nuestro derecho y deber.

Francisco González de Tena. Madrid, 6 de junio, 2014. (pacotenaxx@gmail.com)

jueves, 5 de junio de 2014

Del rey campechano y su saga

José María Ramírez, licenciado en Derecho

Articulo publicado el 3 de junio de 2014 en brindisalohumanoylodivino.blogspot.com.es

Por una vez habrá que darle la razón a Rubalcaba: en España se entierra muy bien. Ya lo vimos con Suárez hace muy poco, cuando los mismos que le enterraron en vida, a su muerte lo auparon como ídolo de futuras generaciones. Con el rey pasa lo mismo, hace bien poco era un personaje esperpéntico, una caricatura de lo que algunos querían que fuese, y ahora, con su renuncia, lo idolatramos como si fuese una mezcla de Cicerón, por su elocuencia, de Guerrero del Antifaz, por su amor a España, y de Oráculo de Delfos, por su capacidad para ver lo que los demás no vemos. Todo un superhéroe al que algunos no terminamos de ver. Para completar el círculo solo falta que a Enrique López, el magistrado que ha dimitido por unas copillas de más, le hagan hermano mayor de la cofradía del vino de la rioja y le saquen en procesión todos los años al final de la vendimia. No sé si enterramos bien, pero nadie nos puede reprochar que no seamos agradecidos.

Pero volviendo al asunto de moda, estos días he oído decir que Juan Carlos ha sido el rey que nos
devolvió la democracia. No hace falta ser historiador para saber que eso es una absoluta y solemne estupidez, más propia de esperanzados receptores de la gracia regia que de reflexivos pensadores por los que pretenden pasar. El rey fue llamado a la diestra del dictador y allí estuvo hasta la muerte de éste, sin que en ningún momento se ruborizase al estar en tan indigna compañía. Tal vez fue éste el origen de su afición por las reales y peligrosas amistades con las que tanto le gusta lucirse. Luego, por el juego de la política, los intereses, las diferentes sensibilidades y otros azares, fueron los mismos demócratas que en su mayoría habían combatido a su mentor los que le acogieron entre sus brazos, le protegieron y le sentaron en un trono hecho a su medida. No fue él quien nos trajo la democracia, fue la democracia quien le salvó de su pasado y de un futuro incierto. Es él quien tiene que dar gracias porque en España triunfó la transición, esa institución que ha envejecido tan mal como él y que impidió romper con el franquismo y con los franquistas reconvertidos que ahora dan lecciones de urbanidad desde los púlpitos y desde las instituciones.
Ahora el rey se va, pero lo hará sin irse del todo y seguirá queriendo dirigir en la sombra a sus cachorros; se le asignará un sueldo, un despacho, un servicio, unos honores y podrá dedicarse a lo que realmente le gusta (que prefiero no saber) sin tener que rendir cuentas a nadie, como hasta ahora. Y mientras, seguiremos predicando las bondades de la Constitución, la misma que dice que todos somos iguales ante la ley y que todos tenemos los mismos derechos, la misma que proclama la laicidad del Estado, la misma a la que se recurre o se ignora según sople el viento. Y seguiremos hablando de modernidad, cuando soportamos, financiamos y rendimos pleitesía a una institución arcaica, más propia del medievo que del siglo XXI. Y aunque nos pese, seguiremos sin ser iguales, porque hay una familia para la que ley es mejor que la mía, aunque no sea más honrada, y seguiremos sin saber lo que nos cuesta el rey y su familia porque posiblemente nos escandalizaríamos, y seguiremos siendo el país exótico que tenía un rey campechano al que todos ríen las gracias, o un país con un rey muy preparado, casi tanto como los miles de jóvenes que se han tenido que ir fuera de España porque no tienen un padre al que heredar el puesto de trabajo.
 
Y para rematar, y como ejemplo de lo que somos y de lo que no debemos ser, dentro de unos días asistiremos, no sin cierta vergüenza, a la misa que se oficiará con motivo de la coronación del nuevo rey, un ejemplo más del uso torticero e interesado que se hace de la Constitución, esa que proclama el laicismo del Estado, la misma que apenas unas horas antes Felipe VI habrá jurado fidelidad y que con este acto estará incumpliendo. Y para que el espectáculo sea completo, y si dios no lo remedia, la misa de Estado del Estado laico la oficiará Rouco. !País¡
Y dicen que hay quien quiere abolir la monarquía, ¿dónde hay que firmar?

jueves, 29 de mayo de 2014

Ya no valen las excusas


Francisco González de Tena, doctor en Sociología y actual presidente de la Federación Coordinadora X 24 (de asociaciones de Víctimas por el Robo de Niños en España)


Tras la primera oleada de análisis poselectorales de las Elecciones del 25 de mayo, puede ser de interés echar una ojeada a las verdaderas posibilidades en el inmediato Parlamento Europeo, siempre respetando criterios más acertados como es lógico.

Parece que las miradas se dirigen a los grupos políticos nuevos, tanto desde lo que tradicionalmente se considera como ultras (en los límites del arco parlamentario) como directamente contrarios a la estructura misma de la UE. No es ese el ámbito de reflexión que persiguen estas líneas.  Los verdaderos núcleos de poder que van a llevar el peso de las iniciativas parlamentarias y las estrategias legislativas pivotan, de forma inevitable, sobre dos únicas coaliciones, si bien con frágiles conexiones internas al obedecer a contextos originarios y nacionales muy diversos y con intereses a veces incluso contrapuestos. Salvando esos hilos internos, para simplificar lo que sin duda requeriría un análisis más afinado, podemos identificar a esas dos fuerzas como PPE (Partido Popular Europeo) con 275 escaños y APS (Alianza Socialistas-Progresistas, es decir los Socialdemócratas Europeos) con 195 escaños. Al margen de estas dos grandes formaciones se situaría ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas) con 85 escaños. 

Esto, además de dibujar un panorama parlamentario complicado al existir no menos de otros cinco grupos ideológicos diferenciados (aunque complejos en su propia composición interna), nos pone sobre la pista de una exigencia de clarificación que nos atañe por las consecuencias que el resultado electoral ha traído para el PSOE. Y es que ya es inaplazable que en ese foro europeo se decante claramente de qué lado se va a situar la acción política de los socialdemócratas españoles y, por extensión inevitable, los europeos en general. La socialdemocracia nació como una forma de cortafuegos ante el auge de las demandas de una radical transformación social, gestionando las propuestas sociales que no pusieran en peligro al capitalismo pero, al mismo tiempo, procurando avances sociales asumibles para las economías de mercado y sin que esto supusiese una desestabilización de las mismas. 

Tras la destrucción de los controles financieros y la voladura de las conquistas sociales, respectivamente ejecutadas por Reagan y Thatcher, la mesa ultraliberal estaba servida para la voracidad insaciable de los especuladores. La desastrosa situación actual es una verdadera herencia de hierro de estas políticas. Una mirada objetiva a las recientes “recetas” que han vuelto a poner sobre una mesa arrasada los enviados del Banco Mundial a España, nos evidencia esto entre una tempestad incontrolada de agresiones a la estructura social de los países tomados como rehenes de particular contra revolución de las finanzas depredadoras. 

Este brutal desmantelamiento de las conquistas sociales, con mayor énfasis en Europa, ha contado con la actitud política de comparsas acobardados de los socialdemócratas, que no han sabido ni querido (por un conservadurismo impropio) poner coto a tanto desmán de latrocinio incontrolado. De todos estos polvos acumulados son los lodos que hoy ahogan a los socialistas españoles, especialmente aunque no sólo. Y ante esto ¿qué puede demandar en justicia la ciudadanía española de estos representantes en el Parlamento Europeo?.

La tarea, inaplazable y vital, que se le presenta al nuevo Parlamento de la UE es de tal magnitud que se antoja casi imposible, a la vista de la falta de eficacia acreditada que Europa ha demostrado en los últimos tiempos. Temas como la unificación fiscal, el papel de legítima intervención sobre la economía real y la adecuación monetaria del BCE (hasta ahora prácticamente inédito), la puesta en marcha, de una vez, de una política exterior coordinada de Europa, la apuesta decidida por energías renovables (que garanticen millones de puestos de trabajo ecológicos, y de alta rentabilidad para garantizar la autonomía energética y la paliación del ya irreversible cambio climático) unida a un verdadero programa de ayudas a la investigación en campo tan rentable, serían áreas para una acción política que demostrase a los electores de qué lado están los socialistas electos en Europa. Es evidente que, aunque estos y otros muchos aspectos hayan figurado en la letra pequeña de los programas electorales de los partidos con mayor tirón popular, nada de estas imperiosas demandas sociales serán posibles, y ni siquiera ser planteadas, sin una actitud políticamente inequívoca de la socialdemocracia. El tan manido como deseado frente social amplio para regenerar la labor insustituible de la Política, como ámbito y ejercicio, tendrá su escaparate en lo que al respecto hagan (o impidan, aliándose una vez más con el ala conservadora o plegándose a los lobby) los socialista europeos en el Parlamento, y en especial por su lamentable situación los españoles. Si todo se reduce, otra vez, a permitir que los ilegítimos mercados sigan haciendo de las suyas, el PSOE pasará a la Historia de la Política como un intento fallido de darle voz a una sociedad a la que una vez dijo representar.