Luis García Montero, nuestro compañero poeta y Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada.
Articulo publicado el 15 de mayo de 2014 en publico.es:
http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/1054/felipe-gonzalez-dice-la-verdad/e-mayo/
La campaña electoral se parece mucho a un bombardeo de consignas,
declaraciones, descalificaciones, promesas, polémicas, rumores,
demagogia y fuegos artificiales. Europa queda bajo los escombros del
bombardeo. Falta por saber si aparecerá viva o muerta, si es ya cadáver o
hay posibilidad de salvarla. No cabe duda: por muchos escombros, por
muchas distracciones y manipulaciones que se acumulen, Europa está
debajo.
Pongo un solo ejemplo, porque creo que es un acontecimiento histórico
que ha sucedido en la última semana: Felipe González ha dicho una
verdad. Desde que tengo uso de razón, y por edad me tocó la razón ante
que la democracia, no había oído nunca a Felipe González decir una
verdad. De hecho es un ejemplo acabado del cinismo político que
configura la razón de Estado posmoderna.
A los ciudadanos concebidos como niños, se les puede tratar con
mentiras piadosas. Aunque las formas exigen la representación electoral,
el verdadero poder, el que conviene, el que sabe, el que lleva el
timón, no puede dejarse en manos del pueblo. Está bien donde está: en
las altas esferas. Por eso es necesaria la rutina del engaño.
Felipe González vivió momentos de gloria con el asunto de la OTAN. Fue una obra de arte utilizar en 1982 el no
a la OTAN para conseguir un Gobierno que tenía como una de sus tareas
prioritarias el sí a la OTAN. La manipulación mediática que se volcó más
tarde sobre el referéndum de 1986 fue un curso acelerado de degradación
democrática. Pero si dejamos a un lado las actuaciones estelares,
podremos valorar la importancia de la rutina: la mentira como equipaje
imprescindible del Gobierno. Hizo escuela en la Moncloa y en esas
seguimos.
Que Felipe González era partidario de una gran coalición entre PSOE y
PP resultaba previsible. De hecho llevaba tiempo trabajando en este
proyecto con el apoyo de algunos grandes nombres del periodismo y la
banca española. Parece lógico, se trata de un capítulo más de la
fascinación de Felipe González por el mundo del dinero y de su desprecio
por cualquier izquierda que no acepte ser un brazo político del Banco
de Santander. Quiere un PSOE que no mire a la izquierda, sino que se
dedique a consolidar el sistema.
La gran coalición evidencia así que el PSOE, según Felipe, tiene más
que ver con el PP que con IU. Las soluciones a la crisis deben venir de
una reafirmación de votos con el mundo del dinero, el abrazo que
caracterizó el glamour de sus gobiernos y que ha definido después su
jubilación y sus viajes por el ancho mundo y por los consejos de
administración.
Así que no es raro que Felipe González sea partidario de la gran
coalición. Lo verdaderamente significativo es que lo diga, que no tape
su trabajo hacia el sí con un no para andar por los mítines. En otros
tiempos, Felipe hubiese hecho como Elena Valenciano, hubiese pedido el
voto para detener las privatizaciones, ocultando con una sonrisa el
historial del PSOE en el afán privatizador y en el desmantelamiento del
Estado.
No sé si hace falta decir que el PSOE y el PP no son iguales. Y si
bajamos a la militancia de base, las diferencias son claras. La lógica
del bipartidismo no consiste en que sean los mismos perros con distinto
collar, sino en que sean distintos perros con un mismo collar: el
predominio del poder económico heredado del franquismo. Las mentiras de
Felipe González y su responsabilidad de Estado han servido por tradición
para encadenar el voto socialista a las élites financieras.
Si ahora dice la verdad, no es por un descuido. Si ha disparado a la
línea de flotación de la campaña electoral de su partido, es porque le
interesa que no tenga un buen resultado, que no se vea a sí mismo como
alternativa de Gobierno, que la tan cacareada renovación no signifique
un cambio de rumbo, sino una vuelta al espíritu de la Transición. El
gran pacto entre el PSOE y el PP es la versión en el siglo XXI de la
Transición, un gesto esperado por el rey y la banca.
La polémica desatada por Felipe González forma parte de los
escombros de esta semana. Pero un escombro bien leído nos lleva al
cuerpo sepultado. ¿Es que esta Europa de la desigualdad no es la gran
obra de un pacto entre conservadores y socialdemócratas? No hablo de
coyunturas, sino de la creación de una dinámica política y financiera
para liquidar la soberanía popular y los Estados en favor de la
impunidad especulativa.
Así que el pacto PSOE-PP no supone alterar el debate europeo con
asuntos de política nacional. Supone poner el dedo en la llaga, hablar
de la política que nos ha hecho desde Europa más pobres y menos dueños
de nuestro destino.
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