Pedro Chaves Giraldo. Portavoz de Izquierda Abierta Madrid, Profesor de Ciencia Política y miembro de Econonuestra.
Articulo publicado en blog Econonuestra de publico.es el 17 de mayo
En tiempos de campaña electoral, las encuestas son un arma de guerra
usada por todo el mundo con mayor o menor empeño y profesionalidad.
Naturalmente, no es que los partidos políticos escriban los resultados
de encuestas ficticias: eso se hace a través de encargos ad hoc
que suelen expresar con bastante exactitud los intereses estratégicos
de algunos partidos, particularmente de los grandes, pero no solo. En
estos días hemos leído datos inverosímiles de encuestas que realizan
proyecciones de escaños con apenas 500 encuestas telefónicas en todo el
estado.
En una situación tan móvil, inestable e incierta como la actual,
cuando el 49,3% del electorado se muestra indeciso respecto a quién
votar, puede pasar cualquier cosa. En ese espacio de indecisión las
estrategias electorales pueden cosechar réditos y hacer que la balanza
de las expectativas se incline a su favor.
En este artículo, me referiré exclusivamente a los datos que ofrecen las dos últimas encuestas del CIS de abril y mayo de 2014.
El primer dato importante se refiere, precisamente, a esta situación
de profunda inestabilidad política y elevadas posibilidades de
resultados insospechados. No obstante, las probabilidades de voto de
aquellos/as que han decidido votar pero que no saben por quién (casi
ocho millones de ciudadanos/as) no se reparten ni aleatoria ni
caprichosamente. La indecisión se concentra entre votar al PP o al PSOE
(14,3%); votar al PP o a la UPyD (2,7%); votar al PSOE o a IU/ICV/Anova
(6,9%) o votar al PSOE o a la UPyD (2,5%). El resto de valores no parece
muy significativo.
Otro dato relevante es el de los cambios en la fidelidad de los
votantes, es decir la posibilidad de cambiar de partido. Los datos dicen
que los niveles de fidelización tanto del PSOE como del PP son
inusualmente bajos (apenas superan el 50%) en comparación, por ejemplo,
con Izquierda Unida: 70,6% (inusualmente altos).
Por otra parte, la decisión de votar se va a sustanciar en relación
con los temas nacionales: un 67,1% del electorado reconoce que su
decisión de votar tendrá en consideración esos factores por encima de
las cuestiones estrictamente europeas, aun cuando existe una conciencia
extendida y asumida de la importancia de la UE para nuestras vidas y del
Parlamento Europeo mismo (para un 83% de los encuestados, las medidas
que se toman en Europa son muy o bastante importantes).
Sabiendo entonces que la partida se va a disputar en el terreno de lo
estatal-nacional, conviene considerar los tres clivajes más
significativos alrededor de los cuales se está articulando el debate
político: el eje izquierda-derecha; el eje dentro-fuera del sistema (la
representación de la desconfianza política); el eje centro-periferia. El
desplazamiento de la agenda hacia estos ejes es lo que más cambios
puede producir, considerando el hastío y la desconfianza de los
españoles hacia la política y los partidos.
Por otra parte, la valoración de la gestión por parte del gobierno y
de la oposición señala la fragilidad del PP y el hundimiento del PSOE a
unos niveles desconocidos. En términos agregados, el 86,4% de los
encuestados desconfía de Rajoy; pero esta cifra se incrementa hasta el
90,5% en el caso de Rubalcaba. En términos desagregados, el 58,6% de los
votantes del PP tienen poca o ninguna confianza en el presidente del
gobierno frente al 39,9% que tienen mucha o bastante confianza. En el
caso del secretario general del PSOE, un 76,1% de sus votantes tiene
poca o ninguna confianza en él, frente a un 22,6% que sí confía. Son
datos demoledores para el PSOE y preocupantes para el PP. El Partido
Popular puede manejar a su favor un cierto cambio en la percepción de la
evolución de la crisis. Parece, sin embargo, que la estrategia de
apoyarse en ese cambio en las perspectivas para mejorar sus perspectivas
electorales no ha dado resultado hasta el momento.
La fragilidad e incertidumbre juegan en sentido contrario a los
intereses de los dos grandes partidos, y especialmente del PP por su
condición de partido de gobierno. Aún más si compartimos un dato de la
realidad electoral en nuestro país: las elecciones europeas, elecciones
de segundo orden, han producido resultados electorales muy similares a
los que luego resultan en las elecciones de primer orden (las generales,
autonómicas y locales). Por eso estas elecciones son tan importantes y
existe una posibilidad real de abrir un ciclo político y electoral, pero
también de malograr esta oportunidad.
La apertura del ciclo implicaría una modificación sustancial –o
percibida como tal- de los resultados de estos comicios: crisis
manifiesta del bipartidisimo; incremento sustancial del tercer y cuarto
partidos estatales (IU y UPyD) como alternativas al modelo bipartidista;
aparición –eventualmente- de nuevas fuerzas en calidad de
representación alrededor del eje dentro-fuera del sistema (como Podemos,
PartidoX, Vox…). El resumen de este escenario debería hacer constar
tanto la crisis del bipartidismo como la emergencia de alternativas
pensables como tales por la ciudadanía.

Si este último contexto se produjera se habría malogrado una
oportunidad probablemente única de abrir una puerta real de disputa de
la hegemonía política en nuestro país y, con ello, de construcción de un
nuevo espacio social y político de representación que pudiera ser
visibilizado como una alternativa posible por la mayoría.
Este escenario enviaría un mensaje fatal a la movilización social
crítica y a las fuerzas políticas que han intervenido en ese espacio con
la voluntad de representarlo: “hagáis lo que hagáis, siempre ganamos
los mismos”. Un golpe a la movilización y a la conciencia crítica, sin
ninguna duda. De paso se haría más pensable y asequible para una mayoría
la idea de una gran coalición entre un PP hegemónico y un PSOE en
retirada estratégica.
Con un panorama de elevada fragmentación, neutralizadas en el
imaginario colectivo las opciones de cambio político, sería más
presentable la opción de “reorientar” la situación a partir de una
coalición que convocase, por sentido de la responsabilidad, a los dos
grandes partidos políticos.
Quiero terminar por donde empecé: en estas circunstancias de tanta
inestabilidad las estrategias electorales resultan muy relevantes, de
hecho pueden ser decisivas. Las encuestas forman parte del arsenal de
estas estrategias. Y, particularmente, el PP tiene una estrategia
combinada que entraña enormes peligros para lo que muchos y muchas
deseamos: que estas elecciones europeas contribuyan a inaugurar un nuevo
ciclo político. Veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario