Francisco González de Tena, doctor en Sociología y actual presidente
de la Federación Coordinadora X 24 (de asociaciones de Víctimas por el
Robo de Niños en España)
Tras la primera oleada de análisis poselectorales de las
Elecciones del 25 de mayo, puede ser de interés echar una ojeada a las
verdaderas posibilidades en el inmediato Parlamento Europeo, siempre respetando
criterios más acertados como es lógico.
Parece que las miradas se dirigen a los grupos políticos
nuevos, tanto desde lo que tradicionalmente se considera como ultras (en los
límites del arco parlamentario) como directamente contrarios a la estructura
misma de la UE. No es ese el ámbito de reflexión que persiguen estas
líneas. Los verdaderos núcleos de poder
que van a llevar el peso de las iniciativas parlamentarias y las estrategias
legislativas pivotan, de forma inevitable, sobre dos únicas coaliciones, si
bien con frágiles conexiones internas al obedecer a contextos originarios y
nacionales muy diversos y con intereses a veces incluso contrapuestos. Salvando
esos hilos internos, para simplificar lo que sin duda requeriría un análisis
más afinado, podemos identificar a esas dos fuerzas como PPE (Partido Popular
Europeo) con 275 escaños y APS (Alianza Socialistas-Progresistas, es decir los
Socialdemócratas Europeos) con 195 escaños. Al margen de estas dos grandes
formaciones se situaría ALDE (Alianza de Liberales y Demócratas) con 85 escaños.
Esto, además de dibujar un panorama parlamentario complicado
al existir no menos de otros cinco grupos ideológicos diferenciados (aunque
complejos en su propia composición interna), nos pone sobre la pista de una
exigencia de clarificación que nos atañe por las consecuencias que el resultado
electoral ha traído para el PSOE. Y es que ya es inaplazable que en ese foro
europeo se decante claramente de qué lado se va a situar la acción política de
los socialdemócratas españoles y, por extensión inevitable, los europeos en
general. La socialdemocracia nació como una forma de cortafuegos ante el auge
de las demandas de una radical transformación social, gestionando las
propuestas sociales que no pusieran en peligro al capitalismo pero, al mismo
tiempo, procurando avances sociales asumibles para las economías de mercado y
sin que esto supusiese una desestabilización de las mismas.
Tras la destrucción
de los controles financieros y la voladura de las conquistas sociales,
respectivamente ejecutadas por Reagan y Thatcher, la mesa ultraliberal estaba
servida para la voracidad insaciable de los especuladores. La desastrosa
situación actual es una verdadera herencia de hierro de estas políticas. Una
mirada objetiva a las recientes “recetas” que han vuelto a poner sobre una mesa
arrasada los enviados del Banco Mundial a España, nos evidencia esto entre una
tempestad incontrolada de agresiones a la estructura social de los países
tomados como rehenes de particular contra revolución de las finanzas
depredadoras.

Este brutal desmantelamiento de las conquistas sociales, con
mayor énfasis en Europa, ha contado con la actitud política de comparsas
acobardados de los socialdemócratas, que no han sabido ni querido (por un
conservadurismo impropio) poner coto a tanto desmán de latrocinio incontrolado.
De todos estos polvos acumulados son los lodos que hoy ahogan a los socialistas
españoles, especialmente aunque no sólo. Y ante esto ¿qué puede demandar en
justicia la ciudadanía española de estos representantes en el Parlamento
Europeo?.

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