Luis García Montero, nuestro compañero poeta y Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Granada.
Articulo publicado el 22 de mayo de 2014 en publico.es:
http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/1062/europa-y-los-intelectuales/
La intervención de Miguel Arias Cañete después de su debate con Elena
Valenciano animó una campaña electoral triste. Como es lógico, muchas
mujeres se han indignado con la exaltación machista de su enorme
capacidad intelectual frente a las pobres ideas de su contrincante
femenina. Lo que me extraña es el silencio de los intelectuales. ¿Arias
Cañete uno de los suyos? ¿Una superior capacidad intelectual?
La cultura, la Universidad, la ciencia y las artes españolas no viven
una situación fácil, ya se sabe. Las cosas se han puesto muy
complicadas con los recortes en investigación, la pobreza de las
inversiones en educación, la asfixia de las bibliotecas y la subida
espectacular del IVA en el mundo del espectáculo. Ofrecer al señor Arias
Cañete como modelo de capacidad intelectual puede ser el diluvio que
colme el mar y provoque el naufragio definitivo.
Si ustedes se fijan en el cartel electoral del candidato conservador
que cuelga por las calles de España, podrán comprobar que Arias Cañete
no es el único responsable de sus desafortunadas declaraciones. Los
estrategas del PP nos ofrecen en un azul penumbrosos y pensativo la
imagen de un filósofo griego. Medita con gafas de despacho universitario
moderno y mira hacia el siglo XXI. Frente a la demagogia de la protesta
y a la ingenuidad de las utopías, Arias Cañete parece conocer, más allá
de toda presión sensible, el noúmeno de Europa. Él lo sabe todo,
consigue unir la sustancia con el accidente, lo trascendental con lo
empírico, las esencia con la existencia, la especulación metafísica con
la financiera. No es un mal planteamiento, porque la facilidad con la
que los padres de Europa nos han abandonado en las mandíbulas salvajes
de la especulación es un asunto que exige una gran capacidad de trato
con lo oscuro.
Enfilado en el camino de la capacidad intelectual por orden de sus
asesores, al señor Arias Cañete se
le fue el asunto de las manos en una
mañana de cansancio. Pensar cansa, pensar agota hasta el punto de que el
hombre se vio en el trance de explicar que intentaba no abusar de sus
enormes capacidades intelectuales para no parecer machista delante de
una mujer. Hizo un uso inoportuno de su estrategia electoral de fondo,
de su azul metafísico y sus gafas de sabio.
Hizo también un uso sincero de la ética y la historia de su partido.
Después de la derrota inesperada del Real Madrid ante el Maccabi de Tel
Aviv, se extendieron por Twitter unos mensajes racistas escalofriantes.
¡Esto con Hitler no hubiese sucedido! No es para criminalizar las redes
sociales, pero es muy triste. Lo que no sé es por qué nos llaman la
atención este tipo de actitudes en una España cansada de oír esto no pasaba con Franco.
La derecha española ha sido incapaz de distanciarse de Franco, el
aliado de Hitler, el forjador de la División Azul, un azul místico
mezclado con el olor de las cámaras de gas y el amanecer de los
fusilamientos.
Hay cosas que no pasaban con Franco. Nadie se escandalizaba entonces
de que las mujeres fuesen más tontas que los hombres. Para convivir con
Arias Cañete, y con el arzobispo de Granada, editor de un libro titulado
Cásate y sé sumisa, será bueno recordar un ensayo de Carmen Martín Gaite titulado Usos amorosos de la posguerra española
(1987). Todo está muy bien explicado, incluso para que lo entiendan
mentes menos privilegiadas que la del candidato conservador.
Arias Cañete está hundido. No le preocupa mucho la reacción del
electorado español, porque duda, quizá con razón, de nuestra capacidad
intelectual. Pero tiene miedo de que el machismo haga inviable la
carrera de su saber en el noúmeno de Europa. Y eso sí es un problema.

Ay, ay Europa, pobre España. El libre movimiento de capitales es más
importante que la libertad de sus ciudadanos. Quizá tenga razón Arias
Cañete. Su capacidad intelectual debe ser muy superior a la mayoría de
las mujeres y de los hombres de Europa. Es la única forma de entender
por qué la gente lo vota a él, a sus socios y a sus socias.
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