Tasio Oliver
Este artículo tiene aproximadamente un año; pero es completamente vigente ;)

La brisa que te hiela la garganta. Tras café y charla mañanera en Sevilla, y almuerzo en Córdoba, con dos
de esos maestros políticos que he tenido la suerte de conocer, el tren
vespertino te sirve para recapacitar: millones de euros en Suiza y
una amnistía fiscal que prima el dinero negro y la sinvergonzonería; la cúpula
del partido en el poder repartiéndose sobres de dinero desde hace 15 años: ¿a
cambio de qué? ¿quiénes pagaban?; la misma cúpula, el mismo partido, con sus
mismos próceres y medios de intoxicación llenando la boca de grandes frases
huecas (aún hoy, qué patético) contra la corrupción: de otros se entiende; la
podredumbre hecha cínica materia de marketing.
La Constitución, intocable en lo Federal, se reforma exactamente para limitar
el gasto social, sin preguntarle al pueblo que la ascendió como norma esencial;
los partidos que se presentan a las elecciones incumplen sus programas
electorales porque no hacen lo que prometieron o incluso justo lo contrario de
lo que preconizaban: la soberanía popular mancillada, cercenada, violada,
sustituida por los mandatos de grandes corporaciones y organizaciones-internacionales-financieras-no
electas, no democráticas, no fiscalizadas. Parece slam, pero es un verso de
negra muerte para muchos.
La Casa Real manchada, con las manos llenas de mierda y haciendo
escrupulosos mohines de rechazo que apestan al resto de la sociedad… El
secretario de las infantas, el duque de las manos sucias, al monarca
intercediendo para sus amiguetes… La casa real. Rajoy les tranquiliza, le irá
bien a esa familia: ¿qué sabe más que el resto? ¿qué sabe más que los jueces?
Y mientras 6.000.000 de parados; el 55% de los jóvenes; muchas
familias con todos sus miembros en paro desde hace más de dos años; la pobreza
de nuestros hijos y la corrupción del PP (o del PSOE), son las mismas cosas.
Mientras se recortan los mecanismos de emancipación e igualdad que los Estados
sociales preveían: menos y peor educación pública; menos y peor sanidad
pública; menos y peor políticas sociales… Peores y cada vez más expeditivas
condiciones laborales.
Yo no aguanto más. Nadie aguanta más. El suelo bajo nuestros
pies es el techo de las aspiraciones de emancipación y bienestar de todo un
país, de varias generaciones de incrédulos españoles que lagrimean murmullando
“¿cómo coño es posible tal cantidad de mierda e indecencia?”; no estamos
pisando ese suelo: estamos a cuatro metros de lodo bajo él. Yo no aguanto más.
Nadie aguanta más.
La derecha empieza con su retahíla de ladridos cuyo ruido y
supuestas víctimas propiciatorias pretenden que nada cambie estructuralmente,
que nadie se mueva demasiado (transición, ese gran concepto político ahora
desvirtuado por completo).
Los ciudadanos esperan dimisiones en masa, graves voces internas que pidan responsabilidades, bajas en la militancia de decenas de miles de miembros del Partido Popular. Pero no se producen. Los ciudadanos esperan detenciones y registros masivos en la sede del PP, pero los furgones policiales que cuantiosamente llegan a Génova miran hacia fuera: defienden los despachos. Ya llegará la justicia (eso esperamos, si no llega será el fin de la seudo-democracia-española-moderna). Los ciudadanos esperan.
¿Y la izquierda? Debemos pedir un proceso constituyente: la
sociedad merece un nuevo sistema. 30 años han servido para que el egoísmo más
simplón y peligroso del neoliberalismo salvaje se haya hecho un hueco esencial
en las mentes y corazones de millones de españoles: hay que estirparlo. Nada de
regeneración, se regenera el tejido sano: transformación.
Re-organizarnos con nuevas instituciones que respondan a las
necesidades políticas de la nueva sociedad: radicalmente democráticas,
transparentes y participativas. Una nueva Carta Magna que acomode a las
federaciones en el seno de un Estado justo y redistributivo. Un Estado social
que ayude a la mayoría de los ciudadanos frente a los abusos del capitalismo
salvaje o la desmedida codicia del sistema financiero y seudo-político español.
Una República, donde todos los españoles y españolas seamos
exactamente iguales ante la Ley
y la Ley sea
exactamente la expresión de los valores más nobles de la sociedad; la expresión
de las necesidades de la mayoría social.
Una República, la
III, que sea Federal, Social y Democrática. Es la única forma
de construir un nuevo Estado, levantarnos del suelo, y recuperar la ilusión y
la decencia de nuestra democracia. Es la única forma que se me ocurre para
poder seguir adelante sin definitivamente dejar de intentarlo... Triste.
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