Francisco González de Tena, doctor en Sociología y actual presidente de la Federación Coordinadora X 24 (de asociaciones de Víctimas por el Robo de Niños en España)
El
principio que sustenta la Democracia de que la Soberanía reside en el Pueblo,
sujeto originario de todo Poder, quien la delega su gestión en Representantes Políticos,
legitimados mediante el Sufragio Universal, principio que ha sufrido tal
deterioro práctico que corre el peligro de ser un decorado de cartón piedra
para ocultar una realidad que ya hace tiempo cambió a sus actores. Las nuevas
generaciones claman, sin apelar a tanto formalismo de Teoría Política, por
participar de forma efectiva en los procesos electorales y sobre todo en las
consecuencias prácticas para nuestras vidas. Pero las recientes elecciones al
Parlamento Europeo son una prueba evidente que la parte más importante de
aquella máxima no se cumple, al memos en la dimensión que se le debería
suponer. Con otras consideraciones de mayor calado, que
serán el objeto de
estas líneas, gravita el hecho paradójico de que, bajo la creencia electoral de
que se han votado representantes populares en el ámbito europeo para una Cámara
teóricamente legislativa, en realidad el Parlamento sólo sirve de caja de
resonancia formal para refrendar, matizar o rechazar lo que propone el Consejo
de Europa en las materias que nos condicionarán legalmente. Es el Consejo,
reflejo de la voluntad legislativa de los Estados miembros, quien elabora y
promueve las auténticas iniciativas legislativas, que además obedecen
lógicamente a los intereses retardados de los Gobiernos nacionales. ¿Sirven
entonces para marcar la agenda legislativa las propuestas electorales recogidas
en los respectivos programas electorales? Sólo en la medida de que los
políticos que detentan el poder de los Gobiernos nacionales sean más o menos
sensibles a esos programas electorales europeos.


El
cimiento de todo ese edificio de la convivencia política reside en una relación
consensuada entre la ciudadanía, como depositaria original de la Soberanía
Popular en los depositarios temporales de ese Poder de ejercicio, los Representantes
legítimos como Parlamentarios. A la vista de la degradación actual de esa
delegación parlamentaria, el primer punto que ha de tratarse de poner con
claridad encima de la mesa, en ese deseable y renovado Contrato Social es sin
duda el alcance, calidad, ejercicio y acreditación de esa delegación de Poder.
Y este diseño consensuado de los mecanismos de delegación periódica y control
de esa representación parlamentaria es lo que la actual ciudadanía está
exigiendo con su voto de protesta (en blanco o nulo), el desistimiento en el
ejercicio de sus derecho de sufragio (abstención) o la deriva hacia opciones
políticas que se pueden calificar de oportunistas, populistas, políticamente
sin viabilidad o de simbolismo dudoso por corresponderse con propuestas carentes
de sentido (“silla vacía” ó X), si tenemos en cuenta el principio indicado.

No
es ésta, aunque lo parezca, una propuesta ni revolucionaria ni utópica, ya que
tiene en sus mimbres la savia de un pensamiento político con tres siglos de
antigüedad y que, a su vez, bebió en las fuentes originarias de la Democracia
Participativa. La gran diferencia es que los atenienses nunca pudieron ni soñar
con disponer de herramientas como las conexiones hoy existentes y la potencia
de redes ciudadanas para las que la distancia no es un problema insalvable.
Dejar nuevamente en manos de “expertos” el diseño de algo tan vital como los
mecanismos por los que nos vamos a regir y los acuerdos para hacerlos
efectivos, sería nuevamente suicida. El espacio que no ocupen los ciudadanos,
que sostienen al Estado, sin duda lo ocupará la Mano Invisible del Capital
Especulativo sin Barreras. Ponerle controles racionales a esa apisonadora
internacional es nuestro derecho y deber.
Francisco
González de Tena. Madrid, 6 de junio, 2014. (pacotenaxx@gmail.com)